Adios a un Presidente.
Llevo días viendo en la televisión de España el sentido homenaje de despedida que la prensa, diversos medios de difusión, políticos de
todos las tendencias, y el pueblo en general le están brindando al expresidente Adolfo Suárez.
Se destacan
aspectos de su vida privada y política, rememorando acontecimientos
importantísimos en la época de la llamada transición y hasta anécdotas de su vida íntima, de su
actuación como padre y esposo, en todas las cuales su figura queda resaltada
como la de un excelente ser humano y la de un político que seguramente, con
sus defectos y virtudes, dejó con su actuación un sentido recuerdo de gratitud en el pueblo que un día gobernara, al igual que en su
entorno de familia y amistades.
Ya se que después de muertos casi todos nos volvemos
"buenos", pero también es verdad que cuando se es figura pública no hay quien
pueda esconder sus trapos sucios. Observando este particular caso se me
ocurre compararlo, aunque se diga que son odiosas las comparaciones, con tantos
políticos corruptos que nos rodean. Con tantos tipejos aferrados al poder pese a
la repulsa de sus pueblos sobre todo en nuestra América Latina, donde se exhibe una extensa gama de borrachos,
violadores, gansters, e incultos y diparatados personajes agarrados
a sus sillas presidenciales como asquerosas y dañinas garrapatas. Cuándo llegará
el día que en nuestra América podamos volver a recordar con cariño alguna figura
presidencial, o beneficiarnos de su actuación
y enorgullecernos de su civismo y honestidad. Agradecerle el servicio
prestado a la patria y, en fin, ver que cumplen cabalmente con el papel para el que
fueron elegidos, que en ningún caso debe ser vitalicio.
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